Comentario
Cómo tomó Cortés a Tizapancinca por fuerza
No mucho después que pasó todo esto, enviaron los de Cempoallan a pedir a Cortés españoles y ayuda para contra la gente de guarnición de Culúa, que tenía Moctezuma en Izapancinca, que les hacía muchos daños, quemas y talas en sus tierras y labranzas, prendiendo y matando a los que las labraban. Confina Tizapancinca con los Totonaques y con tierras de Cempoallan, y está en un buen lugar y fuerte, pues está asentada junto a un río, y la fortaleza en un peñasco alto; y por ser así de fuerte, y estar entre aquellos que a cada paso se le rebelaban, tenía Moctezuma puesto allí gran acopio de hombres de guarnición; los cuales cuando vieron revueltos y con armas a los rebeldes, y que les venían a guarecer allí, huyendo, los recaudadores y tesoreros de aquellas comarcas, salían a contener la rebelión, y en castigo, quemaban y destruían cuanto hallaban, y hasta habían prendido a muchas personas. Cortés fue a Cempoallan, y desde allí, en dos jornadas, con un gran ejército de aquellos indios amigos suyos, a Tizapancinca, que estaba ocho leguas o más de la ciudad. Salieron al campo los de Culúa, pensando habérselas sólo con cempoallaneses; mas cuando vieron a los de a caballo y a los barbudos, se aterrorizaron y echaron a huir a más correr. Estaba cerca la guarida, y a ella se acogieron rápidamente; quisieron meterse en la fortaleza, mas no pudieron tan de prisa que los de a caballo no llegasen con ellos hasta el lugar, y como no podían subir al peñasco, se apearon Cortés y otros cuatro, y entraron dentro de la fortaleza a revueltas de los del pueblo, sin combate. Cuando entraron, guardaron la puerta hasta que llegaron los demás españoles y otros muchos de los amigos, a los cuales entregó la fortaleza y el pueblo, y rogó que no hiciesen mal a los vecinos, y que dejasen ir libres, pero sin armas ni banderas, a los soldados que lo guardaban, y fue cosa nueva para los indios. Ellos lo hicieron así, y él se volvió al mar por el camino que vino. Con este hecho y victoria, que fue la primera que tuvo Cortés de la gente de Moctezuma, quedó aquella serranía libre del miedo y vejaciones de los de México, y los nuestros con grandísima fama y reputación entre los amigos y no amigos. Tanto, que después, cuando algo se les ofrecía, enviaba a pedir a Cortés un español de los de su compañía, diciendo que aquel solo bastaba para capitán y seguridad. No era malo este principio para lo que Cortés pretendía. Cuando Cortés llegó a Veracruz, muy ufanos los suyos por aquella victoria, halló que había venido ya Francisco de Salceda, con la carabela que él había comprado a Alonso Caballero, vecino de Santiago de Cuba, y que la había dejado dando carena; el cual traía setenta españoles y nueve caballos y yeguas, que le dieron no poco refuerzo y alegría.